martes, 12 de noviembre de 2013

Alepo es el 4 de Octubre


Alepo es el 4 de octubre. La guerra, el dolor, la histeria, el miedo, el ansia puta, los cascotes en el suelo, los sonidos espeluznantes que no te dejan dormir ni entonces ni ahora. El llanto, las lágrimas, los charcos de sangre, las vísceras, los músculos rotos, las extremidades que acabarán en la bolsa de basura; porque, no nos engañemos, en algún lugar hay que dejar estas partes del cuerpo sin vida. Aquellas que sirvieron hasta hace diez minutos para caminar, para correr, para agarrar, para sentir el calor del pan que llevabas a casa esa mañana. Las que sirvieron hasta hace nada para acariciar las suaves mejillas de tu hija o las mismas con las que escarbabas para sacarla de entre los escombros del penúltimo edificio hecho añicos por las bombas de Bashar.

Alepo es el 4 de octubre. Un mural de imágenes trágicas salpicado de seres humanos que quieren vivir dignamente. Grandes hombres, grandes mujeres y niños también grandes. Niños que crecen deprisa porque la vida no tiene por qué llegar a mañana, niños que crecen despacio porque la niñez es terca como una mula y niños que ya no crecerán. También niños que te clavan su última mirada mientras parecen pensar «y tú qué haces ahí, gilipollas, con tu cámara de fotos. ¡Haz algo!». Y sigues disparando porque es lo único que puedes hacer, porque cada vez que se cierra el obturador es un instante en el que no ves. Y se van, y se quedan fríos, y entonces maldices y quieres mandarlo todo a tomar por el culo, quieres desaparecer, volatilizarte, o saber cómo cojones parar todo aquello: que no exista.

Alepo es el 4 de octubre. Hombres que se abrazan a un cuerpo hecho jirones, brazos que agitan inútilmente una cabeza, unos hombros, unas manos que no reaccionan. Voces de mujeres que rugen de dolor, voces desgarradas que se reconfortan en el tiempo. Voces de pérdida, voces que son lágrimas que se vierten sobre las ya derramadas. Lágrimas que no resucitan, lágrimas que ruedan de mejilla en mejillas. Lágrimas envueltas en un sudario.

Alepo es el 4 de octubre. Aún queda mucha mierda por llover sobre esta ciudad. Quedan meses de ambulancias que no llegan o que explotan, de hospitales que se hunden, de camionetas cruzando la ciudad a golpe de claxon anunciando un nuevo cargamento de padres, de madres, de hermanos, de hijos. De respirar hondo y encomendarte a todos los dioses antes de cruzar la calle, de morir en la cola del pan, de morderte la uñas al escuchar los impactos más cerca, de correr pegado a las paredes, de velar, de cieno, de francotiradores, de insomnio.

Alepo es el 4 de octubre.


2 comentarios:

  1. Es desgarrador, por toda esa gente y especialmente esas pequeñas criaturas niños-hombres, me quedo con el corazón encogido.

    Admiro enormemente tu trabajo, no tendría ni el coraje ni la fortaleza de imaginar enfrentarme a esa dura y cruda realidad, a años luz de supuesto problemas que creemos tener idiotas como yo.

    Mi admiración de nuevo y gracias por lo que hacéis y representa.

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  2. Con este relato, mis ojos lo han podido ver y mi alma sentirlo.

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