viernes, 22 de noviembre de 2013

El año que vivimos peligrosamente

James Foley, Clare Morgana Gillis y yo en Misrata durante los últimos días de la guerra en Libya. Oct. 2011


Hace un año exactamente me sentaba frente al ordenador de la casa de mi madre en Gijón. Abría el “Safari” y me enchufaba al puto Facebook para chatear contigo. Recuerdo que volvías de Maraat Al Numan: solo tú tenías los cojones, la insensatez, el humanismo y la decencia para ir a ese punto del infierno a contar lo que pasaba y volver con una sonrisa. Estabas contento, casi como un niño, por haber conseguido el objetivo, por haber vendido esos minutos de video que harían al mundo consciente de la crudeza de otro asalto en punto ciego de las tropas de Al Assad. Ibas camino de Turquía y la semana siguiente entrabas en “assigment” para una televisión Alemana. Estabas tocado, quién no lo estaba allí dentro, pero firme en tus principios y fuerte para seguir asumiendo riesgos, para seguir contando, para seguir haciendo ese periodismo honesto, sencillo y directo: una extensión mas de ese corazón blando, dulce y acogedor que posees, donde cojones estés.

Y pasó el día, supongo que lo hice paseando junto al mar, en familia o tratando de asimilar las toneladas de infamia que se habían colado por mis tragaderas tras dos meses en Siria. Y por la noche llegó la bomba. Aquel mensaje de Nicole en el que decía que habías desaparecido… nada estaba claro, nada era seguro y quise pensar –tonto de mi- que sería cuestión de pocos días, como en tantos otros casos hasta entonces. También quise pensar –siendo más tonto aún- que si estaba cerca de la frontera ayudaría en algo, que te soltarian antes, que estaría allí para recibirte, darte una colleja por gañán y tomarnos una birra antes de meterte en un avión directo al patio de tu casa de una patada en el trasero. Tonto, tonto y tonto… son muchos viajes de volver con las manos vacías. En breves toca el siguiente.

Y han pasado los días, las semanas, los meses… HACE YA UN PUTO AÑO!!!! Meses de llorar a escondidas, meses de taponar la espita de la amargura con lo que sea, meses de debilidades, meses de frentes, de batallas, de matanzas en las que sigo girando la cabeza para buscarte a mi lado, con la cara de “mecagoendioslaqueestacayendo” sujetando el casco con una mano y el monopie tu cámara de video con la otra. Girando la cabeza para encontrar ese gesto tranquilizador, esa mirada de “tranquilo, Manu, que también saldremos de esta”, o ese gesto inclinando levemente la cabeza, esa sentencia muda, que decía “yo ya tengo el material ¡¡¡vámonos antes de que nos hagan fosfatina!!!” Un año esperando llegar al Hotel para contarnos las penas, las glorías y los sinsabores de una vida. Un año que algún hijo de la gran puta ha decidido no dejarte disfrutar. Y me han pasado tantas cosas, Jimmy. Tengo tanto que contarte…

Tu hermano es un señor fotero ahora. Ni el mejor ni el peor, pero sigo haciendo lo que más me gusta, aquello por lo que empezamos a luchar en las carreteras de Benghazi, Jdabiya, Brega y Ras Lanuf… aquello que nos llevo a la cárcel (de la mano como siempre) en Trípoli, aquello que quisimos fuera nuestra vida. Aquello que nos hizo volver a Libia para ser testigos (nunca más neutrales) del fin del régimen que nos quitó la libertad por 44 días. ¡¡¡44 días: Una mierda comparado con los 365 que llevas desaparecido!!!

Pero nadie nos avisó de esta letra tan pequeña en el contrato ¿¿Verdad?? Nadie nos dijo la cantidad de amigos perdidos, la cantidad de almas y cuerpos rotos que tendríamos que cargar, y aún así lo sabíamos. Pero uno siempre se piensa a si mismo como un ser eterno y, de igual manera piensa en aquellos seres que le rodean, aquellos que hacen de pilares, de arcos y contrafuertes de los muros de esta puto templo que es la vida.

A veces se hace muy pesado, camarada. Demasiado. A veces el poso de tristeza es infinito y, te seré sincero, solo quiero no pensar, escapar, salir por patas… hasta intento olvidarte a ti, a Antón, a tantos otros que se nos han despistado por el camino.

Pero yo soy un flojo, hermano, y lo sabes. Yo no tengo tu fortaleza ni tu espíritu. Y ahí quiero hoy llegar. A esa fuerza vital, a ese optimismo sobrehumano que te caracteriza a ese corazón grande como el de un buey. Como el buey entero ¡¡¡Qué cojones!!! Porque, hermano, ese es el clavo ardiendo al que me agarro y se que eso es lo que te va hacer salir de donde estés, tocado pero no hundido.

Porque tu hermano adoptivo, ese español piojoso y sucio que encontraste en las carreteras libias con dos camaras y dos pares de calzoncillos en una bolsa de deportes, parece que se ha hecho un paisano y te mereces disfrutarlo. Porque Jim, lo que ahora soy es en gran parte tu culpa, porque tienes que ver esto, porque tengo muchos logros de los que culparte y que compartir contigo: motor silencioso de todo mi trabajo. Porque los que te quieren siguen aquí, doblados pero nunca rotos.

Jim, se fuerte como tu eres. Que el amor que has generado a tu alrededor te ayudará a levantarte a tu regreso del infierno.

Te quiero hermano!!!

martes, 12 de noviembre de 2013

Alepo es el 4 de Octubre


Alepo es el 4 de octubre. La guerra, el dolor, la histeria, el miedo, el ansia puta, los cascotes en el suelo, los sonidos espeluznantes que no te dejan dormir ni entonces ni ahora. El llanto, las lágrimas, los charcos de sangre, las vísceras, los músculos rotos, las extremidades que acabarán en la bolsa de basura; porque, no nos engañemos, en algún lugar hay que dejar estas partes del cuerpo sin vida. Aquellas que sirvieron hasta hace diez minutos para caminar, para correr, para agarrar, para sentir el calor del pan que llevabas a casa esa mañana. Las que sirvieron hasta hace nada para acariciar las suaves mejillas de tu hija o las mismas con las que escarbabas para sacarla de entre los escombros del penúltimo edificio hecho añicos por las bombas de Bashar.

Alepo es el 4 de octubre. Un mural de imágenes trágicas salpicado de seres humanos que quieren vivir dignamente. Grandes hombres, grandes mujeres y niños también grandes. Niños que crecen deprisa porque la vida no tiene por qué llegar a mañana, niños que crecen despacio porque la niñez es terca como una mula y niños que ya no crecerán. También niños que te clavan su última mirada mientras parecen pensar «y tú qué haces ahí, gilipollas, con tu cámara de fotos. ¡Haz algo!». Y sigues disparando porque es lo único que puedes hacer, porque cada vez que se cierra el obturador es un instante en el que no ves. Y se van, y se quedan fríos, y entonces maldices y quieres mandarlo todo a tomar por el culo, quieres desaparecer, volatilizarte, o saber cómo cojones parar todo aquello: que no exista.

Alepo es el 4 de octubre. Hombres que se abrazan a un cuerpo hecho jirones, brazos que agitan inútilmente una cabeza, unos hombros, unas manos que no reaccionan. Voces de mujeres que rugen de dolor, voces desgarradas que se reconfortan en el tiempo. Voces de pérdida, voces que son lágrimas que se vierten sobre las ya derramadas. Lágrimas que no resucitan, lágrimas que ruedan de mejilla en mejillas. Lágrimas envueltas en un sudario.

Alepo es el 4 de octubre. Aún queda mucha mierda por llover sobre esta ciudad. Quedan meses de ambulancias que no llegan o que explotan, de hospitales que se hunden, de camionetas cruzando la ciudad a golpe de claxon anunciando un nuevo cargamento de padres, de madres, de hermanos, de hijos. De respirar hondo y encomendarte a todos los dioses antes de cruzar la calle, de morir en la cola del pan, de morderte la uñas al escuchar los impactos más cerca, de correr pegado a las paredes, de velar, de cieno, de francotiradores, de insomnio.

Alepo es el 4 de octubre.


martes, 19 de febrero de 2013

Carta abierta a una banda de pelamangos.



Si. Ya lo se. Hace mucho tiempo que no escribo en el blog y seguro que nadie espera que hable de esto, pero lo voy a hacer. Hoy quiero hablar de futbol. Pero no de un futbol convencional, no del futbol que se ve por tele, n tampoco del futbol millonario de la liga de la estrellas, liga cósmica, de las galaxias, etc. Hoy quiero hablar sencillamente de ese futbol que, sin saber muy bien por qué, se lleva dentro, muy dentro. Ese futbol que se vuelve parte de la identidad y que contra viento marea sigue estando ahí.  En mi caso este futbol tiene nombre propio: Sporting de Gijón.

Como digo, este futbol pertenece a lo sentimental, a lo nostálgico y vive más del recuerdo y de los deseos que de la realidad. Recuerdo entrar en el Molinón con mi pequeña mano envuelta en la mano de mi padre, sin saber muy bien a donde iba, creo que fue un partido de copa contra el Zaragoza (mi familia es de alli, Yo también aunque no me guste reconocerlo) Recuerdo míticas avalanchas en el fondo sur , viajes entrañables en tren hasta la capital para salir siempre “gachu” después de que Carlos, Oli o Bango en propia puerta te jodieran la tarde, recuerdo llorar como un idiota en más de una ocasión y haber esperado paciente y con ilusión un infinito de temporadas para ver a mi equipo jugar otra vez con los mejores.

He llevado los colores de este equipo por todos los lugares por los que he trabajado, y a la pregunta ¿Real Madrid o Barcelona? (Pregunta que te hacen en cualquier lugar del mundo en cuanto saben que eres español) siempre respondo: Sporting Gijon, el “de” me lo como por no hacérselo más difícil.  Bastante jodido es ya que lo conozcan.

Recuerdo un día en el frente en Sirte, durante uno de los enfrentamientos más duros que recuerdo. El fuego era intenso y , por así decirlo, no me cabía en el culo ni el bigote de un gamba. Acojonado, intentaba tomar fotografías de unos rebeldes mientras disparaban sus AK-47  y tomaban cobertura tras unos muros casi reventados. Baje mi cámara para tomar aire y buscar una salida de aquella ratonera. Entonces, desde la otra esquina, un rebelde de una milicia con la que había compartido algunas jornadas meses antes, me mira y grita: “¡¡¡Sporting!!!! “ En ese momento pensé en lo surrealista que era la guerra, pero también pensé que había hecho algo bueno por el equipo de mis amores. Ahora todo una milicia sabía de la existencia de mi equipo. Algo que parece una gilipollez, pero como digo. Este futbol pertenece a lo identitario, así que sentí también que se aceptaba, se conocía  y se recordaba una parte de mi.

 Ahora, hago lo mismo en Siria. Como todos sabréis esta gente son grandes aficionados al balón pie, pero por desgracia solo consumen ese futbol enlatado que llega a todo el mundo. Ese futbol de mercado que solo llena las arcas de algunos y vacía las mentes de otros muchos. Así que cuando ayer, en el campo de refugiados de Azaz, en el norte de la provincia de Aleppo, uno de los forzosos y desgraciados habitantes de semejante pozo de mierda (no lo puedo llamar de otra manera) sabía de mi equipo, me henchí de orgullo.

Pero la verdad, estoy hasta los cojones de ser del Sporting. Y no es porque perdamos, no es que no lo sienta, al contrario. Hasta lo sufro y es capaz de sacarme energías para retomar un habito que perdí hace casi un año, escribir y publicar en mi blog. 

En realidad estoy hasta los cojones de esos señores que diciendo ser del Sporting, lo mangonean y juegan con el (y con los sentimientos de tantos sportinguistas) al monopoli. Esa gente que entiende que el futbol es una maquina de hacer dinero para ellos y que, por medio de subterfugios, trampas, trampillas y mangoneos, se han convertido en peligrosos dictadores que hacen y deshacen según el viento que les da. Iluminados que dicen A, hasta que tienen que decir B y mientras tanto te la están metiendo doblada. Todos sabemos los nombres y no los voy a escribir aquí, porque para más cojones, esa banda de hijos de puta tiene la mano ligera a la hora de aquerellarse por lo que sea.

Cuando fui liberado tras mi cautiverio en Libia, recuerdo que una de las primeras cosas que me llegaron al alma (hablamos de futbol, no de familia, amigos y anónimos) fue ver una foto del Sporting formando en Anoeta con una camiseta que decía “Manu Brabo libre ya” . Estaba en la embajada española en Túnez y era la primera vez que tenía contacto y noticia de todo aquel movimiento que organizaron mis seres queridos para liberarme. Lloré como una Magdalena, aunque llovía sobre mojado, como se suele decir. 

En aquel Momento pensé que debería hacer algo y tener un gesto hacia ese equipín que cada domingo, no solo juega en El Molinon, si no además también aquí dentro. Un equipo que no solo me ha acompañado durante 32 años, si no que se ha mojado directamente en mi vida hasta el punto de que hoy yo pueda contar esto. Desde entonces, siempre he querido expresar mi gratitud al equipo y no he sabido como hacerlo. Hoy, creo que he encontrado la forma. Y no es otra que dar mala prensa por todo el mundo a esa directiva, a esos fulanos del traje que hace tiempo que dejaron de sentir lo que sentimos el resto, a esa –como diria Toro, compañero de domingos en el estadio-  “banda de pelamangos”. 

Pepin & CIA, irs a tomar por el puto culo y devolvednos lo que es nuestro por derecho. No el equipo, no. El corazón, la identidad

domingo, 10 de junio de 2012

Coplas a Marianico

(I)


Mariano Rajoy, Mariano
tan cobarde y tan plomizo,
tan mentiroso y mezquino:
tan molesto y tan gusano
que ni en sus peores sueños
la puta madre que te hizo
pensó que de sus entrañas
salir pudiera cabrón
tan ruín y con mala saña.


A mayor gloria de Dios
y mayor ruina de España.

sábado, 9 de junio de 2012


¿Qué cojones hago en Cairo?



Llevo más de una semana preguntándome lo mismo. Llegué aquí el día 13 del mes pasado para cubrir las elecciones, de freelance, para una agencia de noticias. En principio, muchas eran las razones que aquí me traían. Compromiso con el proceso revolucionario que acabó con el régimen de Hosni Mubarak, compromiso con mi oficio, la esperanza de conseguir imágenes potentes durante los disturbios que teóricamente se iban a producir y, cómo no, la imposibilidad de sacar un duro trabajando en mi tierra. Motivos suficientes para agarrar la maleta, por enésima vez en un año y largarme a Oriente Medio, donde he realizado el grueso de mi trabajo desde finales de Febrero de 2011.

Dejé mi tierra, he de reconocer, un tanto hastiado. No sólo por las circunstancias económicas, sociales y políticas, si no también por entender que la resistencia que se ejercía desde movimientos como el 15-M me parecía tibia, insulsa y sobretodo ineficaz. Sí, soy de esos que, con el tiempo, ha pasado de la esperanza por ver a mi generación salir a la calle y activarse, al desengaño de ver que por mucha sentada, por muchos iglúes (“igluses”, que diría mi hermano) y mucha “Quechua” que se monte en la plaza, por muchos canutos que se fumen, por muchas rasta, por muchos timbales y por muchas caras pintadas con flores y slogans, más sobaos que el coño de la Bernarda, vamos a peor. Y es que, desde mi humilde punto de vista, recibir una hostia detrás de la otra, lo único que cambia es amoratar tu cara, tu pierna o tu espalda. Dependiendo por dónde te metan el tolete, el impuesto o el recorte. Dejé mi tierra asqueado entendiendo que mi ojete, como el de todos los demás, no hacía más que dilatar y dilatar. ¿Qué queréis que os diga? No tengo vaselina para una pija cada día más gorda, más larga y mas rugosa. ¡¡Escuece!!

Creo que fue a los pocos días de haber llegado aquí. Hablaba con un compañero -otro expatriado- sobre el asunto. El tema en particular era la recurrente comparación del movimiento 15-M con la revolución de Tahrir. Y nos pusimos a analizar. Salió algo como lo siguiente:

Aquí hemos visto (por desgracia ya no más) la unión de todas las fuerzas oprimidas por el antiguo régimen. Aquí hemos visto a los estudiantes y estudiados proponer alternativas, al pueblo debatir alrededor de sus tiendas (éstas sí que no son Quechua), al común de los mortales ofreciendo, aportando, pujando y empujando por un mundo (el suyo) más abierto, más plural, más solidario. Sí, señores, aquí se ha vivido un movimiento no violento muy importante. Pero aquí, también, hemos visto a estudiantes de medicina montar hospitales de campaña, los hemos visto haciendo de paramédicos en primera línea, etc. Hemos visto a los “ultras” -equipos enfrentados- en primera línea de fuego, mano a mano contra la policía. También a los parados, a los trabajadores, a los hombres de negocios con la corbata en la frente en plan comando y los bolsillos cargados de piedras. Y los hemos visto luchar por su dignidad y libertad hasta las últimas consecuencias todos unidos.  Aquí no hay carga policial que quede sin respuesta. Y hoy por hoy, ya ni cargan y casi ni trabajan.

Yo no he visto esto en el estado Español. Supongo que, por eso, a muchos de los que, para bien y para mal, hemos vivido las dos cosas, nos da la risa cuando el típico “bocatrucha” te quiere comparar Tahrir con La puerta del Sol. Lo siento chavales, pero no.

Llevo días viendo a los mineros leoneses y asturianos (se me hincha el pecho de orgullo) defender sus puestos de trabajo y el futuro de sus regiones y comarcas. Llevo tiempo leyendo que no son sólo los trabajadores de la mina los que están allí. Llevo tiempo leyendo (también sé por experiencia) que la unión de las personas de esas comunidades es, si no plena, casi plena. (Aún tengo vivo recuerdo la última marcha minera en León. Más de 200 mineros entraban en Ponferrada al ritmo del “Sta. Barbara bendita” mientras la ciudad se echaba a la calle y los envolvía en aplausos, vítores y gritos de ánimo y solidaridad. También lágrimas). Sé que esa unión les hace más fuertes a todos. A los que se baten el cobre, a los que llevan el “chigre”, al de la tienda de ultramarinos y a la dependienta de la mercería. También al chaval que estudia y al que está parado. ¡¡¡Joder!!! Hasta yo me he sentido fuerte tirándoles fotos: seguro, acompañado, protegido… Y de eso se trata, de sentirse protegido y acompañado en los momentos difíciles.

Así que llevo días pensando en esa unión, mejor dicho, en esa ausencia de unión. “¿Dónde cojones estarán los estudiantes de medicina y los médicos y enfermeros en paro que hay en Asturias?¿Dónde estarán los parados, los precarios, los sin papeles, los “quinceemes”, los del timbal y tantos y tantos “los”…no sólo de Asturias, si no de todo el Estado?  Y llevo días pensando en la misma respuesta:         “Azorraínos” en casa esperando el finde para pasarlo teta, inmersos en la más puta de las depresiones o simplemente queriendo escapar (como un servidor) a algún sitio que nos proporcione un futuro, más o menos digno. Sea Alemania, Suecia o Egipto.  Me gustaría tanto verlos/verme allí…

Sé que muchos critican esta lucha por sus métodos (me hincha las pelotas que no veas), se que muchos la criticarán por estar vinculada a energías altamente contaminantes y los que más saben del tema, me vendrán con el comportamiento cabrón de los sindicatos mayoritarios, con el lastre de las prejubilaciones y con el agujero económico que ha supuesto el despilfarro de los fondos mineros. No les quito la razón, pero lo cierto es que la realidad es la que es (ces’t la vie) y en la lucha de todos está, que estos errores cometidos, no vuelvan a nosotros. Pertenecen, voy a decirlo a la egipcia, “al antiguo régimen”: Al que queremos derrocar , cambiar, transformar (llámenlo x) una gran mayoría de ciudadanos que aún creemos en esa paparrucha de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la justicia social.  

Señores…en Tahrir nadie criticó a los trabajadores del textil por sus vertidos contaminantes al Nilo, o por esto o lo de más allá. Nadie criticó al liberal por tener medios que otros no tenían, nadie criticó al religioso radical y nadie criticó al ultra que lanzaba piedras, porque todos se consideraban iguales en sus desgracias ,en sus propósitos básicos y en su lucha. Todos eran bien venidos, todos querían los mismo. “Acuerdo de mínimos revolucionarios” se podría llamar. Acuerdo que, pese a sus taras, trabas, zancadillas y tropezones, consiguió encerrar y derrocar a un dictador. Ahí es nada.

¿Podremos algún día lograr esa unión, ese acuerdo de mínimos revolucionarios  entre la mayoría los ciudadanos que habitamos la piel de toro?

¿Seremos capaces de apoyarnos para salir del miedo que nos atenaza, un día si y el otro también?¿Del miedo a perder la casa, el empleo, la salud, la educación, la vida digna que se nos escapa entre los dedos? ¿Seremos capaces de reconfortarnos, de enjugarnos las lágrimas, de cuidarnos y echarnos una mano cuando nos falte el aliento como ahora? ¿Seremos, en definitiva, capaces de considerar el conflicto minero como el propio y el propio como el minero?

¿O es que seguimos siendo tan clasistas como para hacer revoluciones separadas, según trabajos e ingresos, que no llevan a ninguna parte? ¿O seguimos siendo tan racistas de negarnos a aprender de los buenos ejemplos que hay en el mundo Árabe?

De ser así solo tengo una cosa que decir: Allah u Akbar!!!  

jueves, 31 de mayo de 2012


Yo soy revolución. Vol. 1

Amr "Shigouma" en un café del barrio de Al Matariya, Cairo, Egipto, Mayo 2012


Amr, tiene 21 años. Es un chico espigado, de rasgos finos en su cara y una mirada viva y brillante que denota inteligencia y mucha picardía. Proviene de Suez, pero ya hace muchos años que vive en el humilde barrio cairota de Al Matariya. Uno de tantos con calles estrechas y sin asfaltar. Salpicado de escombros, basuras y de niños sucios que corren y juguetean dando voces entre el tráfico intenso de los coches destartalados y los Tuc-Tuc.

Cuando conocí a Amr, aún había algo de jaleo en la calle Mohammed Mahmoud. Eran los días previos a las elecciones parlamentarias -el pasado noviembre- y los manifestantes, confusos tras los palos, los gases y los disparos recibidos , miraban con recelo la presencia de casi cualquier extranjero, de casi cualquier cámara…  Fue su mano espontánea, su labia y su cordialidad desinteresada la que ese día (estoy seguro de ello) me salvo de un par de hostias bien dadas. Al hamdulillah.

Minutos más tarde, no muy lejos de la esquina con la Universidad Americana donde sorteaban pan de hostias para un servidor, Amr me hablaba elocuente sobre su vida. Por aquel entonces, menos dura y más esperanzadora. “Yo estoy aquí porque amo Egipto, porque quiero un futuro (…) para mi y para todos ellos” decía señalando el tumulto que se agolpaba junto a una barricada cubierta de alambre de espino. Supongo que aquel medio día Amr y yo nos hicimos amigos.

En la cuadrilla le llaman “Shingouma”, que quiere decir algo así como “profesor chiflado”. No sabe explicar muy bien de donde viene, pero lleva con orgullo este nombre de batalla a cada manifestación, a cada encontronazo con la policía, con el ejercito o con los matones del antiguo régimen. Para el todos representan lo mismo: el doloroso pasado. Y en su lucha contra ellos, ya ha sido arrestado innumerables veces, amén de haber sido alcanzado por un disparo en la cabeza en los pasados disturbios de Abassiya. Disparo que milagrosamente, no ha terminado con su vida, ni con sus ganas de luchar por una sociedad más justa

Shingouma, ha salvado la vida unas cuantas veces en los últimos 17 meses, y cada compañero herido, caído o detenido ha sido para él un mártir de la revolución por el que seguir luchando. Pero el resultado de estas elecciones, (amén del boquete que luce en el frontal) lo tiene cabizbajo, desinflado, dubitativo y triste. Los indicios de adulteración del resultado electoral son, pese a quien le pese,  cada día más sólidos. Además, ninguno de los candidatos que han llegado a la última ronda de las presidenciales es, por así decirlo, un candidato de las fuerzas que comenzaron esta revolución.

Anoche, celebrábamos tomando un helado su reciente empleo en un kiosco del barrio: De 11 de la noche a 10 de la mañana por 4€ jornada.  Y es que para los revolucionarios de primera línea; para aquellos que no conocen las universidades extranjeras ni las fiestas de expatriados en las que lucir una Kuffiya y darse aires de Ernesto Guevara, poder sacar unos cuartos es motivo de celebración.

Anoche, caminando cerca del esqueleto de la revolución (ese que se pudre lento en Tahrir a la vista de todo el mundo) Amr me hizo una de esas preguntas que dejan a uno con cara de gilipollas: “Si tu fueras egipcio, Manu… ¿que harías ahora?”.  “Emigrar, amigo”, le conteste.

“Eso estaba yo pensando… pero amo Egipto” 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

las luces de la revolución comienzan a arrojar sus sombras.


Soldados rebeldes libios chequean el estado de sus armas en la carretera de Bani Walid. Manu Brabo

He de reconocer que, pese a no ser defensor de la violencia, he comulgado con esta revolución desde sus orígenes. Con los primeros días, me asombré al ver a los chavales lanzarse a pecho descubierto contra los cuarteles de Benghazi, de Misratah, de Zwara o de Zawia… Me asombré al entender que aquellos seres humanos normales y pacíficos habían decidido que su vida no tenía ningún valor bajo la bota de un tirano; bajo 41 años de torturas, de asesinatos, de desapariciones… Por decirlo claramente, los shabbab me ganaron el corazón poniendo su vida al servicio de una sociedad mas justa, mas libre y más democrática.

Luego, una vez dentro de la Libia liberada, comencé a cabalgar con ellos hacia el frente. Fueron muchas las incursiones por el desierto hasta las líneas gaddafistas. Todo era generosidad en aquellos días en los que el valor y la nobleza de un periodista eran acreditación suficiente para estar a su lado en el frente. El rancho, la manta y un sitio junto a la hoguera (todo lo que tenían) era también nuestro, de los periodistas que queríamos acompañarlos en sus pocas victorias y en sus muchas derrotas. Nunca faltó un hueco en la pick-up a la hora de adelantar las líneas ni a la hora de replegarlas.

Pero algo ha cambiado en los últimos tiempos de la guerra. Hoy nuestro trabajo encuentra más zancadillas que empujones y, si bien los chavales que forman la tropa siguen siendo los primeros en ofrecerte un hueco en su technical (pick up artillado) ,hoy ya no se pasa el filtro de los comandantes. El acceso a primera línea se ha transformado en un imposible solo roto por la habilidad de cada uno en eso de jugar al escondite. Hasta el momento nadie ha conseguido entrar en Bani Walid a ser testigo de la lucha encarnizada que allí llevan y, tras una semana d espera en la carretera del desierto, no parece que esto vaya a cambiar. Ni tan siquiera se nos ha permitido entrevistar a los pocos refugiados que salen de la ciudad sitiada.

Si ponemos toda la verdad encima de la mesa, he de reconocer que desde que he llegado a la Trípoli liberada he sido testigo en varias ocasiones de ciertos actos que arrojan sobras oscuras y alargadas sobre la revolución. Como periodistay como personas implicada (de forma extraña) en está revolución, no puedo hacer más que denunciarlo o por lo menos contarlo. No con el afán de desprestigiar una lucha que muchos ya han denostado reduciéndola a intereses económicos occidentales, si no con el fin de ejercer presión para que corrijan aquello que entiendo más cercano al régimen depuesto que a los objetivos de la revolución.

Todo comienza a los pocos días de tomar Trípoli. En ese momento y con la tensión por las nubes, la caza de leales gaddafistas y mercenarios del régimen desató un cacería sobre los habitantes de color de la capital libia. En aquellos primeros días, las patrullas salían de cacería por la noche y encerraban a los supuestos colaboradores en prisiones improvisadas y algún campo de futbol. Uno se quedaba un poco perplejo al ver que apenas había norteafricanos en las celdas y que casi todos los encerrados erande raza negra, independientemente de su nacionalidad. A mis ojos se había desatado una caza de brujas, en este caso brujas negras. La excusa… su supuesta pertenencia a las fuerzas mercenarias de gaddafi.

Esta actitud se confirmó días mas tarde al visitar la prisión de Jdeida. Donde aproximadamente el 80% de los prisioneros eran subsaharianos y, según las palabras de uno de los guardias “solo el 50% eran gadafistas reales”, el resto tendrían que pagar como pecadores. Por lo menos hasta que restablezca un sistema de justicia.

Especialmente recalcitrante me resulto el caso de una muchacha de 19 años que sigue retenida en esa prisión. Natural de Benghazi y de belleza excepcional, según su testimonio (que igual por inocente me lo creo), su ama le obligaba no solo a acostarse con gente cercana al régimen, si no además la forzaba a usar sus encantos entre los jóvenes rebeldes tripolitanos para elaborar una lista de disidentes, muchos e los cuales ya no lo pueden contar. Esta joven Matahari de régimen, siempre según su testimonio, nunca comulgó con el régimen, pero ya se sabe lo que pasa cuando las amenazas de muerta penden sobre uno y su familia. El mismo guardia, me aseguraba que el la creía, pero que qué podían hacer. Todo será cuestión de tiempo, pero tampoco se ve mucho interés por solucionar este tipo de desaguisados.

Con estas actitudes difíciles de esconder, el último informe Amnistía Internacional, no ha dudado en calificar determinadas actitudes de los rebeldes como “crímenes contra los derechos humano”. Añadiendo la difícil tarea que el CNT tiene por delante a al hora controlar determinadas actitudes de sus guerrilleros. Y quizás sea por esto por lo que últimamente la prensa trabaja con tantas dificultades y trabas.

¿Qué quieren esconder tan fervientemente?¿De qué no podemos ser testigos? O es que acaso la intención es seguir apareciendo ante el mundo como víctimas aunque se esté ganando la guerra.

La conclusión es la misma. Ya sea por un supuestoextremo y nuevo interés por nuestra seguridad, o porque nuestras imágenes y crónicas desvelan su estrategia y posición al enemigo. Las últimas noticias que salen del frente son noticias dadas por el CNT, cuando, como y donde ellos quieren, nosotros solo hemos sido sus voceros. Así las cosas, la única diferencia en el aspecto informativo entre ambos regímenes es que ahora, por lo menos, podemos salir del Hotel Rixos

Soldados rebeldes libios vigilan la carretera de Bani Walid desde una colina. Manu Brabo