viernes, 22 de noviembre de 2013

El año que vivimos peligrosamente

James Foley, Clare Morgana Gillis y yo en Misrata durante los últimos días de la guerra en Libya. Oct. 2011


Hace un año exactamente me sentaba frente al ordenador de la casa de mi madre en Gijón. Abría el “Safari” y me enchufaba al puto Facebook para chatear contigo. Recuerdo que volvías de Maraat Al Numan: solo tú tenías los cojones, la insensatez, el humanismo y la decencia para ir a ese punto del infierno a contar lo que pasaba y volver con una sonrisa. Estabas contento, casi como un niño, por haber conseguido el objetivo, por haber vendido esos minutos de video que harían al mundo consciente de la crudeza de otro asalto en punto ciego de las tropas de Al Assad. Ibas camino de Turquía y la semana siguiente entrabas en “assigment” para una televisión Alemana. Estabas tocado, quién no lo estaba allí dentro, pero firme en tus principios y fuerte para seguir asumiendo riesgos, para seguir contando, para seguir haciendo ese periodismo honesto, sencillo y directo: una extensión mas de ese corazón blando, dulce y acogedor que posees, donde cojones estés.

Y pasó el día, supongo que lo hice paseando junto al mar, en familia o tratando de asimilar las toneladas de infamia que se habían colado por mis tragaderas tras dos meses en Siria. Y por la noche llegó la bomba. Aquel mensaje de Nicole en el que decía que habías desaparecido… nada estaba claro, nada era seguro y quise pensar –tonto de mi- que sería cuestión de pocos días, como en tantos otros casos hasta entonces. También quise pensar –siendo más tonto aún- que si estaba cerca de la frontera ayudaría en algo, que te soltarian antes, que estaría allí para recibirte, darte una colleja por gañán y tomarnos una birra antes de meterte en un avión directo al patio de tu casa de una patada en el trasero. Tonto, tonto y tonto… son muchos viajes de volver con las manos vacías. En breves toca el siguiente.

Y han pasado los días, las semanas, los meses… HACE YA UN PUTO AÑO!!!! Meses de llorar a escondidas, meses de taponar la espita de la amargura con lo que sea, meses de debilidades, meses de frentes, de batallas, de matanzas en las que sigo girando la cabeza para buscarte a mi lado, con la cara de “mecagoendioslaqueestacayendo” sujetando el casco con una mano y el monopie tu cámara de video con la otra. Girando la cabeza para encontrar ese gesto tranquilizador, esa mirada de “tranquilo, Manu, que también saldremos de esta”, o ese gesto inclinando levemente la cabeza, esa sentencia muda, que decía “yo ya tengo el material ¡¡¡vámonos antes de que nos hagan fosfatina!!!” Un año esperando llegar al Hotel para contarnos las penas, las glorías y los sinsabores de una vida. Un año que algún hijo de la gran puta ha decidido no dejarte disfrutar. Y me han pasado tantas cosas, Jimmy. Tengo tanto que contarte…

Tu hermano es un señor fotero ahora. Ni el mejor ni el peor, pero sigo haciendo lo que más me gusta, aquello por lo que empezamos a luchar en las carreteras de Benghazi, Jdabiya, Brega y Ras Lanuf… aquello que nos llevo a la cárcel (de la mano como siempre) en Trípoli, aquello que quisimos fuera nuestra vida. Aquello que nos hizo volver a Libia para ser testigos (nunca más neutrales) del fin del régimen que nos quitó la libertad por 44 días. ¡¡¡44 días: Una mierda comparado con los 365 que llevas desaparecido!!!

Pero nadie nos avisó de esta letra tan pequeña en el contrato ¿¿Verdad?? Nadie nos dijo la cantidad de amigos perdidos, la cantidad de almas y cuerpos rotos que tendríamos que cargar, y aún así lo sabíamos. Pero uno siempre se piensa a si mismo como un ser eterno y, de igual manera piensa en aquellos seres que le rodean, aquellos que hacen de pilares, de arcos y contrafuertes de los muros de esta puto templo que es la vida.

A veces se hace muy pesado, camarada. Demasiado. A veces el poso de tristeza es infinito y, te seré sincero, solo quiero no pensar, escapar, salir por patas… hasta intento olvidarte a ti, a Antón, a tantos otros que se nos han despistado por el camino.

Pero yo soy un flojo, hermano, y lo sabes. Yo no tengo tu fortaleza ni tu espíritu. Y ahí quiero hoy llegar. A esa fuerza vital, a ese optimismo sobrehumano que te caracteriza a ese corazón grande como el de un buey. Como el buey entero ¡¡¡Qué cojones!!! Porque, hermano, ese es el clavo ardiendo al que me agarro y se que eso es lo que te va hacer salir de donde estés, tocado pero no hundido.

Porque tu hermano adoptivo, ese español piojoso y sucio que encontraste en las carreteras libias con dos camaras y dos pares de calzoncillos en una bolsa de deportes, parece que se ha hecho un paisano y te mereces disfrutarlo. Porque Jim, lo que ahora soy es en gran parte tu culpa, porque tienes que ver esto, porque tengo muchos logros de los que culparte y que compartir contigo: motor silencioso de todo mi trabajo. Porque los que te quieren siguen aquí, doblados pero nunca rotos.

Jim, se fuerte como tu eres. Que el amor que has generado a tu alrededor te ayudará a levantarte a tu regreso del infierno.

Te quiero hermano!!!

martes, 12 de noviembre de 2013

Alepo es el 4 de Octubre


Alepo es el 4 de octubre. La guerra, el dolor, la histeria, el miedo, el ansia puta, los cascotes en el suelo, los sonidos espeluznantes que no te dejan dormir ni entonces ni ahora. El llanto, las lágrimas, los charcos de sangre, las vísceras, los músculos rotos, las extremidades que acabarán en la bolsa de basura; porque, no nos engañemos, en algún lugar hay que dejar estas partes del cuerpo sin vida. Aquellas que sirvieron hasta hace diez minutos para caminar, para correr, para agarrar, para sentir el calor del pan que llevabas a casa esa mañana. Las que sirvieron hasta hace nada para acariciar las suaves mejillas de tu hija o las mismas con las que escarbabas para sacarla de entre los escombros del penúltimo edificio hecho añicos por las bombas de Bashar.

Alepo es el 4 de octubre. Un mural de imágenes trágicas salpicado de seres humanos que quieren vivir dignamente. Grandes hombres, grandes mujeres y niños también grandes. Niños que crecen deprisa porque la vida no tiene por qué llegar a mañana, niños que crecen despacio porque la niñez es terca como una mula y niños que ya no crecerán. También niños que te clavan su última mirada mientras parecen pensar «y tú qué haces ahí, gilipollas, con tu cámara de fotos. ¡Haz algo!». Y sigues disparando porque es lo único que puedes hacer, porque cada vez que se cierra el obturador es un instante en el que no ves. Y se van, y se quedan fríos, y entonces maldices y quieres mandarlo todo a tomar por el culo, quieres desaparecer, volatilizarte, o saber cómo cojones parar todo aquello: que no exista.

Alepo es el 4 de octubre. Hombres que se abrazan a un cuerpo hecho jirones, brazos que agitan inútilmente una cabeza, unos hombros, unas manos que no reaccionan. Voces de mujeres que rugen de dolor, voces desgarradas que se reconfortan en el tiempo. Voces de pérdida, voces que son lágrimas que se vierten sobre las ya derramadas. Lágrimas que no resucitan, lágrimas que ruedan de mejilla en mejillas. Lágrimas envueltas en un sudario.

Alepo es el 4 de octubre. Aún queda mucha mierda por llover sobre esta ciudad. Quedan meses de ambulancias que no llegan o que explotan, de hospitales que se hunden, de camionetas cruzando la ciudad a golpe de claxon anunciando un nuevo cargamento de padres, de madres, de hermanos, de hijos. De respirar hondo y encomendarte a todos los dioses antes de cruzar la calle, de morir en la cola del pan, de morderte la uñas al escuchar los impactos más cerca, de correr pegado a las paredes, de velar, de cieno, de francotiradores, de insomnio.

Alepo es el 4 de octubre.


martes, 19 de febrero de 2013

Carta abierta a una banda de pelamangos.



Si. Ya lo se. Hace mucho tiempo que no escribo en el blog y seguro que nadie espera que hable de esto, pero lo voy a hacer. Hoy quiero hablar de futbol. Pero no de un futbol convencional, no del futbol que se ve por tele, n tampoco del futbol millonario de la liga de la estrellas, liga cósmica, de las galaxias, etc. Hoy quiero hablar sencillamente de ese futbol que, sin saber muy bien por qué, se lleva dentro, muy dentro. Ese futbol que se vuelve parte de la identidad y que contra viento marea sigue estando ahí.  En mi caso este futbol tiene nombre propio: Sporting de Gijón.

Como digo, este futbol pertenece a lo sentimental, a lo nostálgico y vive más del recuerdo y de los deseos que de la realidad. Recuerdo entrar en el Molinón con mi pequeña mano envuelta en la mano de mi padre, sin saber muy bien a donde iba, creo que fue un partido de copa contra el Zaragoza (mi familia es de alli, Yo también aunque no me guste reconocerlo) Recuerdo míticas avalanchas en el fondo sur , viajes entrañables en tren hasta la capital para salir siempre “gachu” después de que Carlos, Oli o Bango en propia puerta te jodieran la tarde, recuerdo llorar como un idiota en más de una ocasión y haber esperado paciente y con ilusión un infinito de temporadas para ver a mi equipo jugar otra vez con los mejores.

He llevado los colores de este equipo por todos los lugares por los que he trabajado, y a la pregunta ¿Real Madrid o Barcelona? (Pregunta que te hacen en cualquier lugar del mundo en cuanto saben que eres español) siempre respondo: Sporting Gijon, el “de” me lo como por no hacérselo más difícil.  Bastante jodido es ya que lo conozcan.

Recuerdo un día en el frente en Sirte, durante uno de los enfrentamientos más duros que recuerdo. El fuego era intenso y , por así decirlo, no me cabía en el culo ni el bigote de un gamba. Acojonado, intentaba tomar fotografías de unos rebeldes mientras disparaban sus AK-47  y tomaban cobertura tras unos muros casi reventados. Baje mi cámara para tomar aire y buscar una salida de aquella ratonera. Entonces, desde la otra esquina, un rebelde de una milicia con la que había compartido algunas jornadas meses antes, me mira y grita: “¡¡¡Sporting!!!! “ En ese momento pensé en lo surrealista que era la guerra, pero también pensé que había hecho algo bueno por el equipo de mis amores. Ahora todo una milicia sabía de la existencia de mi equipo. Algo que parece una gilipollez, pero como digo. Este futbol pertenece a lo identitario, así que sentí también que se aceptaba, se conocía  y se recordaba una parte de mi.

 Ahora, hago lo mismo en Siria. Como todos sabréis esta gente son grandes aficionados al balón pie, pero por desgracia solo consumen ese futbol enlatado que llega a todo el mundo. Ese futbol de mercado que solo llena las arcas de algunos y vacía las mentes de otros muchos. Así que cuando ayer, en el campo de refugiados de Azaz, en el norte de la provincia de Aleppo, uno de los forzosos y desgraciados habitantes de semejante pozo de mierda (no lo puedo llamar de otra manera) sabía de mi equipo, me henchí de orgullo.

Pero la verdad, estoy hasta los cojones de ser del Sporting. Y no es porque perdamos, no es que no lo sienta, al contrario. Hasta lo sufro y es capaz de sacarme energías para retomar un habito que perdí hace casi un año, escribir y publicar en mi blog. 

En realidad estoy hasta los cojones de esos señores que diciendo ser del Sporting, lo mangonean y juegan con el (y con los sentimientos de tantos sportinguistas) al monopoli. Esa gente que entiende que el futbol es una maquina de hacer dinero para ellos y que, por medio de subterfugios, trampas, trampillas y mangoneos, se han convertido en peligrosos dictadores que hacen y deshacen según el viento que les da. Iluminados que dicen A, hasta que tienen que decir B y mientras tanto te la están metiendo doblada. Todos sabemos los nombres y no los voy a escribir aquí, porque para más cojones, esa banda de hijos de puta tiene la mano ligera a la hora de aquerellarse por lo que sea.

Cuando fui liberado tras mi cautiverio en Libia, recuerdo que una de las primeras cosas que me llegaron al alma (hablamos de futbol, no de familia, amigos y anónimos) fue ver una foto del Sporting formando en Anoeta con una camiseta que decía “Manu Brabo libre ya” . Estaba en la embajada española en Túnez y era la primera vez que tenía contacto y noticia de todo aquel movimiento que organizaron mis seres queridos para liberarme. Lloré como una Magdalena, aunque llovía sobre mojado, como se suele decir. 

En aquel Momento pensé que debería hacer algo y tener un gesto hacia ese equipín que cada domingo, no solo juega en El Molinon, si no además también aquí dentro. Un equipo que no solo me ha acompañado durante 32 años, si no que se ha mojado directamente en mi vida hasta el punto de que hoy yo pueda contar esto. Desde entonces, siempre he querido expresar mi gratitud al equipo y no he sabido como hacerlo. Hoy, creo que he encontrado la forma. Y no es otra que dar mala prensa por todo el mundo a esa directiva, a esos fulanos del traje que hace tiempo que dejaron de sentir lo que sentimos el resto, a esa –como diria Toro, compañero de domingos en el estadio-  “banda de pelamangos”. 

Pepin & CIA, irs a tomar por el puto culo y devolvednos lo que es nuestro por derecho. No el equipo, no. El corazón, la identidad