martes, 19 de febrero de 2013

Carta abierta a una banda de pelamangos.



Si. Ya lo se. Hace mucho tiempo que no escribo en el blog y seguro que nadie espera que hable de esto, pero lo voy a hacer. Hoy quiero hablar de futbol. Pero no de un futbol convencional, no del futbol que se ve por tele, n tampoco del futbol millonario de la liga de la estrellas, liga cósmica, de las galaxias, etc. Hoy quiero hablar sencillamente de ese futbol que, sin saber muy bien por qué, se lleva dentro, muy dentro. Ese futbol que se vuelve parte de la identidad y que contra viento marea sigue estando ahí.  En mi caso este futbol tiene nombre propio: Sporting de Gijón.

Como digo, este futbol pertenece a lo sentimental, a lo nostálgico y vive más del recuerdo y de los deseos que de la realidad. Recuerdo entrar en el Molinón con mi pequeña mano envuelta en la mano de mi padre, sin saber muy bien a donde iba, creo que fue un partido de copa contra el Zaragoza (mi familia es de alli, Yo también aunque no me guste reconocerlo) Recuerdo míticas avalanchas en el fondo sur , viajes entrañables en tren hasta la capital para salir siempre “gachu” después de que Carlos, Oli o Bango en propia puerta te jodieran la tarde, recuerdo llorar como un idiota en más de una ocasión y haber esperado paciente y con ilusión un infinito de temporadas para ver a mi equipo jugar otra vez con los mejores.

He llevado los colores de este equipo por todos los lugares por los que he trabajado, y a la pregunta ¿Real Madrid o Barcelona? (Pregunta que te hacen en cualquier lugar del mundo en cuanto saben que eres español) siempre respondo: Sporting Gijon, el “de” me lo como por no hacérselo más difícil.  Bastante jodido es ya que lo conozcan.

Recuerdo un día en el frente en Sirte, durante uno de los enfrentamientos más duros que recuerdo. El fuego era intenso y , por así decirlo, no me cabía en el culo ni el bigote de un gamba. Acojonado, intentaba tomar fotografías de unos rebeldes mientras disparaban sus AK-47  y tomaban cobertura tras unos muros casi reventados. Baje mi cámara para tomar aire y buscar una salida de aquella ratonera. Entonces, desde la otra esquina, un rebelde de una milicia con la que había compartido algunas jornadas meses antes, me mira y grita: “¡¡¡Sporting!!!! “ En ese momento pensé en lo surrealista que era la guerra, pero también pensé que había hecho algo bueno por el equipo de mis amores. Ahora todo una milicia sabía de la existencia de mi equipo. Algo que parece una gilipollez, pero como digo. Este futbol pertenece a lo identitario, así que sentí también que se aceptaba, se conocía  y se recordaba una parte de mi.

 Ahora, hago lo mismo en Siria. Como todos sabréis esta gente son grandes aficionados al balón pie, pero por desgracia solo consumen ese futbol enlatado que llega a todo el mundo. Ese futbol de mercado que solo llena las arcas de algunos y vacía las mentes de otros muchos. Así que cuando ayer, en el campo de refugiados de Azaz, en el norte de la provincia de Aleppo, uno de los forzosos y desgraciados habitantes de semejante pozo de mierda (no lo puedo llamar de otra manera) sabía de mi equipo, me henchí de orgullo.

Pero la verdad, estoy hasta los cojones de ser del Sporting. Y no es porque perdamos, no es que no lo sienta, al contrario. Hasta lo sufro y es capaz de sacarme energías para retomar un habito que perdí hace casi un año, escribir y publicar en mi blog. 

En realidad estoy hasta los cojones de esos señores que diciendo ser del Sporting, lo mangonean y juegan con el (y con los sentimientos de tantos sportinguistas) al monopoli. Esa gente que entiende que el futbol es una maquina de hacer dinero para ellos y que, por medio de subterfugios, trampas, trampillas y mangoneos, se han convertido en peligrosos dictadores que hacen y deshacen según el viento que les da. Iluminados que dicen A, hasta que tienen que decir B y mientras tanto te la están metiendo doblada. Todos sabemos los nombres y no los voy a escribir aquí, porque para más cojones, esa banda de hijos de puta tiene la mano ligera a la hora de aquerellarse por lo que sea.

Cuando fui liberado tras mi cautiverio en Libia, recuerdo que una de las primeras cosas que me llegaron al alma (hablamos de futbol, no de familia, amigos y anónimos) fue ver una foto del Sporting formando en Anoeta con una camiseta que decía “Manu Brabo libre ya” . Estaba en la embajada española en Túnez y era la primera vez que tenía contacto y noticia de todo aquel movimiento que organizaron mis seres queridos para liberarme. Lloré como una Magdalena, aunque llovía sobre mojado, como se suele decir. 

En aquel Momento pensé que debería hacer algo y tener un gesto hacia ese equipín que cada domingo, no solo juega en El Molinon, si no además también aquí dentro. Un equipo que no solo me ha acompañado durante 32 años, si no que se ha mojado directamente en mi vida hasta el punto de que hoy yo pueda contar esto. Desde entonces, siempre he querido expresar mi gratitud al equipo y no he sabido como hacerlo. Hoy, creo que he encontrado la forma. Y no es otra que dar mala prensa por todo el mundo a esa directiva, a esos fulanos del traje que hace tiempo que dejaron de sentir lo que sentimos el resto, a esa –como diria Toro, compañero de domingos en el estadio-  “banda de pelamangos”. 

Pepin & CIA, irs a tomar por el puto culo y devolvednos lo que es nuestro por derecho. No el equipo, no. El corazón, la identidad