(I)
Mariano Rajoy, Mariano
tan cobarde y tan plomizo,
tan mentiroso y mezquino:
tan molesto y tan gusano
que ni en sus peores sueños
la puta madre que te hizo
pensó que de sus entrañas
salir pudiera cabrón
tan ruín y con mala saña.
A mayor gloria de Dios
y mayor ruina de España.
domingo, 10 de junio de 2012
sábado, 9 de junio de 2012
¿Qué cojones hago en Cairo?
Llevo más de una semana
preguntándome lo mismo. Llegué aquí el día 13 del mes pasado para cubrir las
elecciones, de freelance, para una agencia de noticias. En principio, muchas
eran las razones que aquí me traían. Compromiso con el proceso revolucionario
que acabó con el régimen de Hosni Mubarak, compromiso con mi oficio, la
esperanza de conseguir imágenes potentes durante los disturbios que
teóricamente se iban a producir y, cómo no, la imposibilidad de sacar un duro
trabajando en mi tierra. Motivos suficientes para agarrar la maleta, por
enésima vez en un año y largarme a Oriente Medio, donde he realizado el grueso
de mi trabajo desde finales de Febrero de 2011.
Dejé mi tierra, he de reconocer,
un tanto hastiado. No sólo por las circunstancias económicas, sociales y
políticas, si no también por entender que la resistencia que se ejercía desde
movimientos como el 15-M me parecía tibia, insulsa y sobretodo ineficaz. Sí,
soy de esos que, con el tiempo, ha pasado de la esperanza por ver a mi generación
salir a la calle y activarse, al desengaño de ver que por mucha sentada, por
muchos iglúes (“igluses”, que diría mi hermano) y mucha “Quechua” que se monte
en la plaza, por muchos canutos que se fumen, por muchas rasta, por muchos timbales
y por muchas caras pintadas con flores y slogans, más sobaos que el coño de la
Bernarda, vamos a peor. Y es que, desde mi humilde punto de vista, recibir una
hostia detrás de la otra, lo único que cambia es amoratar tu cara, tu pierna o
tu espalda. Dependiendo por dónde te metan el tolete, el impuesto o el recorte.
Dejé mi tierra asqueado entendiendo que mi ojete, como el de todos los demás,
no hacía más que dilatar y dilatar. ¿Qué queréis que os diga? No tengo vaselina
para una pija cada día más gorda, más larga y mas rugosa. ¡¡Escuece!!
Creo que fue a los pocos días de
haber llegado aquí. Hablaba con un compañero -otro expatriado- sobre el asunto.
El tema en particular era la recurrente comparación del movimiento 15-M con la
revolución de Tahrir. Y nos pusimos a analizar. Salió algo como lo siguiente:
Aquí hemos visto (por desgracia
ya no más) la unión de todas las fuerzas oprimidas por el antiguo régimen. Aquí
hemos visto a los estudiantes y estudiados proponer alternativas, al pueblo
debatir alrededor de sus tiendas (éstas sí que no son Quechua), al común de los
mortales ofreciendo, aportando, pujando y empujando por un mundo (el suyo) más
abierto, más plural, más solidario. Sí, señores, aquí se ha vivido un
movimiento no violento muy importante. Pero aquí, también, hemos visto a
estudiantes de medicina montar hospitales de campaña, los hemos visto haciendo
de paramédicos en primera línea, etc. Hemos visto a los “ultras” -equipos
enfrentados- en primera línea de fuego, mano a mano contra la policía. También
a los parados, a los trabajadores, a los hombres de negocios con la corbata en
la frente en plan comando y los bolsillos cargados de piedras. Y los hemos
visto luchar por su dignidad y libertad hasta las últimas consecuencias todos
unidos. Aquí no hay carga policial
que quede sin respuesta. Y hoy por hoy, ya ni cargan y casi ni trabajan.
Yo no he visto esto en el estado
Español. Supongo que, por eso, a muchos de los que, para bien y para mal, hemos
vivido las dos cosas, nos da la risa cuando el típico “bocatrucha” te quiere
comparar Tahrir con La puerta del Sol. Lo siento chavales, pero no.
Llevo días viendo a los mineros
leoneses y asturianos (se me hincha el pecho de orgullo) defender sus puestos
de trabajo y el futuro de sus regiones y comarcas. Llevo tiempo leyendo que no
son sólo los trabajadores de la mina los que están allí. Llevo tiempo leyendo
(también sé por experiencia) que la unión de las personas de esas comunidades
es, si no plena, casi plena. (Aún tengo vivo recuerdo la última marcha minera
en León. Más de 200 mineros entraban en Ponferrada al ritmo del “Sta. Barbara
bendita” mientras la ciudad se echaba a la calle y los envolvía en aplausos,
vítores y gritos de ánimo y solidaridad. También lágrimas). Sé que esa unión
les hace más fuertes a todos. A los que se baten el cobre, a los que llevan el
“chigre”, al de la tienda de ultramarinos y a la dependienta de la mercería.
También al chaval que estudia y al que está parado. ¡¡¡Joder!!! Hasta yo me he
sentido fuerte tirándoles fotos: seguro, acompañado, protegido… Y de eso se
trata, de sentirse protegido y acompañado en los momentos difíciles.
Así que llevo días pensando en
esa unión, mejor dicho, en esa ausencia de unión. “¿Dónde cojones estarán los
estudiantes de medicina y los médicos y enfermeros en paro que hay en
Asturias?¿Dónde estarán los parados, los precarios, los sin papeles, los
“quinceemes”, los del timbal y tantos y tantos “los”…no sólo de Asturias, si no
de todo el Estado? Y llevo días
pensando en la misma respuesta: “Azorraínos” en casa esperando el finde
para pasarlo teta, inmersos en la más puta de las depresiones o simplemente
queriendo escapar (como un servidor) a algún sitio que nos proporcione un
futuro, más o menos digno. Sea Alemania, Suecia o Egipto. Me gustaría tanto verlos/verme allí…
Sé que muchos critican esta lucha
por sus métodos (me hincha las pelotas que no veas), se que muchos la criticarán
por estar vinculada a energías altamente contaminantes y los que más saben del
tema, me vendrán con el comportamiento cabrón de los sindicatos mayoritarios,
con el lastre de las prejubilaciones y con el agujero económico que ha supuesto
el despilfarro de los fondos mineros. No les quito la razón, pero lo cierto es
que la realidad es la que es (ces’t la vie) y en la lucha de todos está, que
estos errores cometidos, no vuelvan a nosotros. Pertenecen, voy a decirlo a la
egipcia, “al antiguo régimen”: Al que queremos derrocar , cambiar, transformar
(llámenlo x) una gran mayoría de ciudadanos que aún creemos en esa paparrucha
de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la justicia social.
Señores…en Tahrir nadie criticó a
los trabajadores del textil por sus vertidos contaminantes al Nilo, o por esto
o lo de más allá. Nadie criticó al liberal por tener medios que otros no
tenían, nadie criticó al religioso radical y nadie criticó al ultra que lanzaba
piedras, porque todos se consideraban iguales en sus desgracias ,en sus
propósitos básicos y en su lucha. Todos eran bien venidos, todos querían los
mismo. “Acuerdo de mínimos revolucionarios” se podría llamar. Acuerdo que, pese
a sus taras, trabas, zancadillas y tropezones, consiguió encerrar y derrocar a un
dictador. Ahí es nada.
¿Podremos algún día lograr esa
unión, ese acuerdo de mínimos revolucionarios entre la mayoría los ciudadanos que habitamos la piel de
toro?
¿Seremos capaces de apoyarnos
para salir del miedo que nos atenaza, un día si y el otro también?¿Del miedo a perder
la casa, el empleo, la salud, la educación, la vida digna que se nos escapa
entre los dedos? ¿Seremos capaces de reconfortarnos, de enjugarnos las
lágrimas, de cuidarnos y echarnos una mano cuando nos falte el aliento como
ahora? ¿Seremos, en definitiva, capaces de considerar el conflicto minero como
el propio y el propio como el minero?
¿O es que seguimos siendo tan
clasistas como para hacer revoluciones separadas, según trabajos e ingresos,
que no llevan a ninguna parte? ¿O seguimos siendo tan racistas de negarnos a
aprender de los buenos ejemplos que hay en el mundo Árabe?
De ser así solo tengo una cosa
que decir: Allah u Akbar!!!
jueves, 31 de mayo de 2012
Yo soy revolución. Vol. 1
Amr "Shigouma" en un café del barrio de Al Matariya, Cairo, Egipto, Mayo 2012
Amr,
tiene 21 años. Es un chico espigado, de rasgos finos en su cara y una mirada
viva y brillante que denota inteligencia y mucha picardía. Proviene de Suez,
pero ya hace muchos años que vive en el humilde barrio cairota de Al Matariya.
Uno de tantos con calles estrechas y sin asfaltar. Salpicado de escombros,
basuras y de niños sucios que corren y juguetean dando voces entre el tráfico
intenso de los coches destartalados y los Tuc-Tuc.
Cuando
conocí a Amr, aún había algo de jaleo en la calle Mohammed Mahmoud. Eran los
días previos a las elecciones parlamentarias -el pasado noviembre- y los
manifestantes, confusos tras los palos, los gases y los disparos recibidos , miraban con recelo la presencia de casi cualquier extranjero, de
casi cualquier cámara… Fue su mano
espontánea, su labia y su cordialidad desinteresada la que ese día (estoy
seguro de ello) me salvo de un par de hostias bien dadas. Al hamdulillah.
Minutos
más tarde, no muy lejos de la esquina con la Universidad Americana donde sorteaban pan de hostias para un servidor, Amr me hablaba elocuente sobre su
vida. Por aquel entonces, menos dura y más esperanzadora. “Yo estoy aquí porque
amo Egipto, porque quiero un futuro (…) para mi y para todos ellos” decía
señalando el tumulto que se agolpaba junto a una barricada cubierta de alambre de
espino. Supongo que aquel medio día Amr y yo nos hicimos amigos.
En
la cuadrilla le llaman “Shingouma”, que quiere decir algo así como “profesor
chiflado”. No sabe explicar muy bien de donde viene, pero lleva con
orgullo este nombre de batalla a cada manifestación, a cada encontronazo con la
policía, con el ejercito o con los matones del antiguo régimen. Para el todos
representan lo mismo: el doloroso pasado. Y en su lucha contra ellos, ya ha
sido arrestado innumerables veces, amén de haber sido alcanzado por un disparo
en la cabeza en los pasados disturbios de Abassiya. Disparo que milagrosamente,
no ha terminado con su vida, ni con sus ganas de luchar por una sociedad más
justa
Shingouma,
ha salvado la vida unas cuantas veces en los últimos 17 meses, y cada
compañero herido, caído o detenido ha sido para él un mártir de la revolución por el que seguir luchando. Pero el resultado de estas elecciones, (amén del boquete que luce en el frontal)
lo tiene cabizbajo, desinflado, dubitativo y triste. Los indicios de
adulteración del resultado electoral son, pese a quien le pese, cada día más sólidos. Además, ninguno
de los candidatos que han llegado a la última ronda de las presidenciales es,
por así decirlo, un candidato de las fuerzas que comenzaron esta revolución.
Anoche,
celebrábamos tomando un helado su reciente empleo en un kiosco del barrio: De 11
de la noche a 10 de la mañana por 4€ jornada. Y es que para los revolucionarios de primera línea; para
aquellos que no conocen las universidades extranjeras ni las fiestas de expatriados
en las que lucir una Kuffiya y darse aires de Ernesto Guevara, poder sacar unos
cuartos es motivo de celebración.
Anoche,
caminando cerca del esqueleto de la revolución (ese que se pudre lento en
Tahrir a la vista de todo el mundo) Amr me hizo una de esas preguntas que dejan
a uno con cara de gilipollas: “Si tu fueras egipcio, Manu… ¿que harías ahora?”. “Emigrar, amigo”, le conteste.
“Eso
estaba yo pensando… pero amo Egipto”
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