Nablus es una de las ciudades con mayor densidad de población desplazada y uno de los centros históricos de resistencia palestina a la ocupación Israelí en el West Bank. Paseando por su ciudad vieja uno ha de hacer esfuerzos para no observar, además de los estragos causados por las incursiones semanales del ejercito israelí, cientos de homenajes póstumos a sus “mártires”. Rodeada por los cuatro costados, casi sitiada, por las irónicamente llamadas IDF (Israelí Defence Forces) resulta fácil imaginar cuan duro puede resultar el día a día para la gente normal de esta ciudad. Más dificil resulta plantearse cómo puede ser la vida de un niño afectado por una parálisis cerebral.
Abd Al-raheem, enfermo cerebral, tiene seis años y vive con sus padres en una comunidad más que humilde al oeste de Nablus. Su enfermedad, como para cualquier otro ser humano del planeta, cayó como un terrible mazazo sobre su familia. Golpe aún más duro en una sociedad que ha sufrido un deterioro considerable, tanto en sus medios como en sus hábitos cívicos, debido al martirio que suponen más de 60 años bajo la pesada bota sionista. Así pues, en Palestina, una discapacidad semejante supone, además del esfuerzo físico y mental que conllevaría esta circunstancia en cualquier hogar occidental, un imposible económico para la familia y una imposibilidad de integración y aceptación para el muchacho.
Esta mañana “Abud”, así le dicen cariñosamente, llega en brazos de su abuela y acompañado de su hermana pequeña al centro de rehabilitación Falah (felicidad) en el centro de Nablus. Allí le esperan, como cada sábado, los trabajadores voluntarios que le ayudan con sus sesiones de rehabilitación. En este centro, subvencionado por el “Pricess Bassmall Centre de Jerusalén y la institución sueca Diakonia, se vienen prestando servicios médicos a estos enfermos desde el año 86. Con tan solo dos psicólogos y dos fisioterapeutas, durante el pasado año se trataron 850 casos, bien de diagnóstico o bien de tratamiento, en sus apenas 90 metros cuadrados. Espacio reducido que, pese a las múltiples solicitudes de ayuda a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y los sobre esfuerzos de los muchos colaboradores locales, no tiene visos de aumentar.
Cierto es que los resultados son desproporcionadamente buenos para los medios de que disponen, pero el verdadero mérito de esta institución no viene solo por la atención al paciente, si no también por el trabajo formativo que realizan con las familias de los enfermos y por la labor social que aportan con y para sus voluntarios. Lo que se busca y se consigue desde este pequeño centro es, además, una linea de trabajo que genera triples resultados: la mejoría en la salud del niño, la formación de las familias en los cuidados físicos y psicológicos para el enfermo y, por último, “Generar expectativas y ocupar el tiempo” de los jóvenes voluntarios que de otra forma serian “las victimas más accesibles de los movimientos radicales”. La forma en la que trabaja el centro Falah, en palabras de Majdi Shella, uno de los mas viejos colaboradores del proyecto “es la única forma de crear una sociedad más justa, liberal y democrática en Palestina”
Hace ya dos horas que Abud ha entrado en el centro, y ha pasado de tratamiento en tratamiento sin perder la sonrisa y haciendo reír a voluntarios, especialistas y a todo aquel asoma la nariz por la puerta. Mirando las caras de satisfacción de su abuela y hermana, fijándose en las miradas llenas de satisfacción del personal (especialistas y voluntarios) del centro cuando por fin lo ven agarrar esa pelota que hasta hace bien poco se le escapaba una y otra vez, uno no puede evitar hacerse preguntas sobre la ideología e intenciones que circulan junto con los millones de euros de ayuda para emergencias y seguridad que llegan cada año a la ANP. Una cosa está clara, si un centro tan limitado en recursos puede conseguir con el esfuerzo de unos pocos resultados tan positivos, si hoy Abud puede jugar con una pelota, no será gracias a los chupatintas que lideran la comunidad internacional, ni a sus instituciones “humanitarias”.
Tras 61 años de ocupación, parece momento ya de terminarán con las políticas imperialistas de ayuda de emergencia y dar paso a proyectos como este que permitan la construcción de una sociedad, justa, democrática y libre en toda Palestina. O será que a alguien no le interesa...
Fotografias: Manu Brabo
Por supuesto que no interesa a muchos álguienes, pero a otros sí...
ResponderEliminarBonito retrato!