Leogane- Mujer carga con madera en uno de los camos de desplazados a las afueras de la ciudad
Port au Prince 20/3/2010- Bien está lo que bien acaba, dice la sabiduría popular de mi tierra.
Son ya unos cuantos días los que llevo en Haití y ni las fuerzas, ni el dinero, me acompañan ya a estas alturas como para seguir machacando sobre el mismo tema. Es hora comenzar a extraer conclusiones de esta experiencia que, a bote pronto, puedo decir me ha hecho sentir infinitamente más humano de lo que me sentía antes de posar los pies aquí.
En este tiempo, he visto con mis propios ojos lo que la fuerza de la naturaleza es capaz de desatar, también he visto al insignificante ser humano significarse a base de tesón, de fuerza y de orgullo. He podido comprobar por mi mismo que Haití pelea por renacer, a pecho descubierto, con sudor, con sangre, en carne viva, pero ya sin lágrimas. Esas se secaron hace tiempo. He visto un pueblo que no deja de regalar buen trato para aquellos que caminamos por el mundo con humildad. También lo he visto correr a collejas a algún capullo del gremio, de esos que llevan por bandera sus aires de grandeza y el último modelo de Canon por duplicado (Aún debe estar corriendo por Leogane, el pobre infeliz)
Se me suman las experiencias y los recuerdos: los niños del orfanato y la sonrisa -ahora ya si eterna- de aquel niño llamado Dimitri; los gritos y los aullidos del manicomio, los rostros caídos, las miradas perdidas; también las niñas que juegan, sin quererlo, a ser mamas en la improvisada maternidad al aire libre del Hospital Universitario; el estadio nacional lleno hasta la bandera de tiendas de campaña, las patrullas, los helicópteros, los “Humbies”, las ametralladoras, las melés y la histeria por un saco de arroz... son tantas cosas en tan poco tiempo que uno no sabe como cojones empezar a poner orden para dar significado a todo esto.
Supongo que el tiempo, la distancia y todo lo que queda por trabajar en mis fotos me darán la templanza necesaria para poner cada cosa en su lugar: al margen del primer impacto, de las sensaciones y de los sentimentalismos. Hoy ya solo puedo pensar en como amortiguar el duro golpe que siempre me supone aterrizar en ese Madrid superficial, donde hablar de piercing, de tatuajes, de “allstar” y del corte del perico hacen de uno un intelectual.
En fin, que aquí estoy otra vez armando el equipaje con un fardo de tristeza en el doble fondo de la maleta; pues yo me voy y aquí se queda, esta tierra de colores vivos, sabor agridulce y olor acre.
Adieu Ahití!!
buen viaje de vuelta a casa!
ResponderEliminargracias por estas cronicas de dias de valor.
Son pocos en tu especie los que plasman la realidad sin mas drama del que ya existe, sin sensacionalismo y con la humildad con la que se siente vuelves.
salud y animo,
sigue viajando y relatanos