Puerto Principe 18/3/2010- Es increíble como uno puede llenarse de certezas y a la vez de contradicciones cuando trata de entender una realidad completamente extraña, cuando decide emplear su tiempo en acercarse a lo ajeno sin más filtros que uno mismo.
Llegué a Haiti hace doce días, convencido de que la labor de la mayoría de los “periodistas” había sido, como poco, errónea; y cuando no malintencionada, parcial, egocéntrica y sensacionalista. La intención, era salirme de esa realidad cuadrangular de las crónicas de 50 segundos en las que siempre se buscaba -como si fueran espontáneos- un fondo trágico y un contexto de violencia, en la que el pueblo haitiano, poco más o menos, venía a ser una manada de violentos “chimeres” salidos de la nada; "Gansta" del hampa de Port au Prince que aprovechaban la dolorosa circunstancia para retomar el poder que un día les diera el iluminado de Aristide. La verdad es que, a falta de otras realidades, llegaba a este país cagado de miedo. Para qué engañarnos.
Como digo, ya llevo un tiempo aquí y, pese a que he visto rifirrafes y pedradas por ver qué grupo se pone a reciclar en tal o cual edificio destruido (hace un mes hubieran sido "bandas de saqueadores en violenta disputa"), pese a que se que la violencia se hace endémica cuando se llega a estos niveles de pobreza; la mayor, marca que el pueblo haitiano es un pueblo pacífico, accesible y dotado, además, de una fuerza sobrenatural y una vasta y profunda cultura suficientes para sobreponerse a una historia marcada desde los inicios por las dictaduras, la corrupción y los desastres naturales. También he visto a un pueblo dócil, tremendamente inculturizado y así mantenido pese a, y también por, la ayuda y las injerencias extrageras; pues sus gobiernos se dedican favorecer el orden desigual establecido a base de hacer como que no están.
Así que esa confusión fruto del tiempo y de la curiosudad, se torna en rabia y la mala sangre cuando uno se para a pensar en que los grandes males de esta sociedad no pasan por el terremoto del día doce, si no por todo aquello que se ha venido incubando desde hace mucho tiempo atrás. Es la rabia lo que le asalta a uno cuando se para pensar en la gran estafa mediática que nos hemos tragando durante todo el mes siguiente al día 12 de enero. Rabia; rabia y vergüenza, son lo que vienen cuando uno considera que este oficio ha perdido su vocación de servicio público y olvida (o hace por olvidar) que “la perla de las Antillas” sigue aquí, con sus mismos males, con su misma mierda, con la más antigua: distinta y más jodida, eso si, desde que aquella tarde de enero, la tierra decidió que Haití tenía que volver a ser visible.
¿Tendremos que esperar a las lluvias próximas para volver a ver una crónica desde aquí? Mucho me temo que si, y que además volveremos a tropezar en la misma puta piedra.
sabes que siempre estaremos por allí algunos tocapelotas con ganas de molestar... la próxima volvemos a ser pareja de baile!!
ResponderEliminary bien lo sabe usted
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